Es evidente que la gran mayoría de las personas cuando oímos hablar de ballet nos viene a la cabeza imágenes de “El lago de los cisnes” o niñas correteando con tutús y mallas rosas. ¿Pero sabríamos distinguir un ballet de una danza contemporánea?
El ballet nace en Italia en el Renacimiento (S.XV-S.XVII) pero fue el reinado el Luis XIV en Francia el que verdaderamente le dio cuerpo a esta disciplina, creando la primera escuela profesional de danza y el primer manual donde se codificaron todos los pasos. Con el paso de los siglos y las diferentes corrientes artísticas e ideológicas, el ballet ha ido incorporando diferentes modalidades y, sobretodo, métodos. Pero a pesar de ello, el ballet sigue manteniendo una estricta composición, así como pasos.
Por otro lado, encontramos el baile moderno o danza contemporánea que nace a finales del siglo XIX como contraposición de la rígida estructura del ballet clásico. En este estilo se busca escapar de la forma clásica de expresión corporal mezclando movimientos de otros bailes (flamenco, tribales o acrobáticos) y no teniendo en cuenta una estructura tan rígida.
En ambos casos, el objetivo es expresar una idea, una historia o una emoción a través de la expresión corporal. Pero mientras el ballet sigue los cánones clásicos de la literatura (introducción, cuerpo y desenlace), el baile contemporáneo tiene total libertad de composición pudiendo quedar incompleto o abierto a la interpretación del espectador.
Respecto a la indumentaria, también se encuentran contrapuestos. Mientras el ballet tiene un vestuario homogéneo: mallas y ropa ajustada, zapatillas de punta (bailarinas) y tutús; el baile moderno está abierto a cualquier indumentaria: se puede ir descalzo, con ropa holgada, con pantalones, e incluso, sin ropa.
Ambas danzas son ideales para ejercitar el cuerpo y se pueden practicar a cualquier edad. Todos los amantes del baile tienen un hueco en nuestra escuela.